Escribimos este diario de notas en Pivô para intentar reflexionar sobre lo que hemos conversado en estos tres años desde que iniciamos Reset, en este “reiniciar” que implica inclinarse hacia el futuro, hacia el mañana con un fuerte sentido de urgencia por repensar las prácticas artísticas e institucionales. A nuestro modo, Reset, más que un reinicio es un punto de deseo en torno al pensamiento institucional, una invitación a pensar con nuestras amigas, compañeras, colegas y agentes culturales, acerca de nuestras diferencias (incluso internas), y a crear un compromiso para el que nuestras sinergias, experiencias e historias compartidas nos sirvan para ampliar, fortalecer y reflexionar colectivamente.

Una de nuestras primeras iniciativas fue ciclo de conversaciones. Lo pensamos como un espacio en red de toma de posiciones críticas, teniendo en cuenta principalmente malestares sociales y ambientales que cruzan el arte y la educación. Nos parecía en aquel momento importante -y nos sigue pareciendo hoy en día- adoptar una posición junto a otros para inspirar, facilitar y contribuir concretamente con la apertura institucional al campo de lo público, en lugar de ser simplemente una plataforma de expresión y difusión. De esta manera, Reset se transformó de a poco en un desafío, para cargar el peso de nuestro presente a través del poder del arte y su reflexión, en un espacio en donde cada participante puede compartirnos sus tácticas y estrategias de producción desde su propio contexto y en su exploración nos beneficiamos todos con el intercambio.

Pero en ese intercambio, ¿qué significa ser una institución?

En La institución imaginaria de la sociedad, Cornelius Castoriadis afirma que “la sociedad no es el resultado de unos procesos irrevocables, sino una permanente invención de sí misma”. Esta invención permanente operaría de la misma manera para pensar o repensar las instituciones, e incluso podemos imaginarlas desde nuevas configuraciones en sentido de cambio y movimiento.

La escritora Chimamanda Ngozi Adichie propuso el concepto de “historia única” como un conjunto de conocimientos con los que estamos familiarizados. Al presentar varias historias basadas en sus experiencias de vida, Adichie señala que una sola historia se vuelve hegemónica una vez que se distribuye en un marco institucional, y nos hace creer que el mundo es exactamente como lo cuenta la historia y esto se convierte en una ‘realidad común’.

Desde ese lugar de la imaginación y lo que se puede imaginar, se vuelve importante levantar otras narrativas, otras historias, otras experiencias que den forma a la institución, porque las historias que contamos son también las historias que aceptamos vivir, y al aceptar vivir esas historias, terminamos perpetuando las desigualdades de nuestra sociedad. Por eso, nos parece fundamental volver a imaginar otras formas de narrar, y también otras formas de escribir, e incluso escuchar, el ruido (muchas veces intraducible) que viene desde el exterior de las paredes blancas de nuestras instituciones.

El filósofo Michel Serres afirma que antes de las palabras solo había ruido, un ruido al que las filosofías e ideologías decidieron cerrar los oídos. A nosotros no solo nos interesa la posibilidad de un lenguaje común y compartido sino también las interferencias, la bulla que rodea el presente.

En un punto importante aquí en Pivô de a poco han salido a relucir los ‘problemas compartidos’, que han marcado nuestra práctica desde el Sur, temas que incluso tocan dinámicas de descolonización y procesos de construcción de un sur global múltiple. Junto a nuestros compañeros de residencia, en estos meses hemos discutido y considerado desde experiencias similares, la construcción de la conciencia institucional como algo que ha decidido olvidar muchas heridas y marcas, y no ha logrado dar una corporalidad a esa interferencia.

Nuestras instituciones fueron construidas para perpetuar un conjunto de valores que cumplen con los créditos de una nación blanca moderna, en lugar de ser una instalación de producción de conocimiento. En Chile o Argentina, esto también podría reflejarse en el estancamiento de los roles de las instituciones públicas. Dentro de la comodidad que nos ofrecen las instituciones públicas, es fácil no darse cuenta de los efectos multidimensionales de narrar una “historia única”. El silencio es un hábito. No tener voz ni recordar se considera una necesidad para poder seguir existiendo dentro de ciertos marcos institucionales.

Después de nuestros encuentros con Mónica Hoff y Ana Roman, repensamos mucho nuestro rol, o nuestros roles, repensamos nuestra posibilidad y nos dimos cuenta que lo que nos interesa, ya no es hablar nosotros, sino facilitar y habilitar otros lugares del habla, a través de los encuentros y conversaciones dentro del programa. Extrajimos de esta posibilidad una nueva sensibilidad de la imaginación y del cuidado.

Estas nuevas posibilidades de imaginación produjeron en nosotros, en la idea de plataforma y de colectivo, un nuevo lenguaje, una nueva genealogía de las relaciones y por ende produjeron nuevas cartografías, no necesariamente del espacio o campo artístico. En estas posibilidades, de ampliarnos a ser receptores de otras voces, las jerarquías se descentran y las nuevas imaginaciones se amplían. Este, quizás, sea el lugar de construcción de relaciones, en la idea y la posibilidad de transitar y movilizar ciertas cosas que tenemos en común, pero sin conocer de antemano sus dimensiones. Es una estrategia que permite un grado de inocencia, ignorancia y de pérdida de jerarquías.

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Hemos estado pensando últimamente en el concepto trans-imaginativo para nuestra propia práctica imaginativa dentro de la institución, pensado desde un lugar de viaje, cambio, recorrido, perdida, quizás nuestro trabajo aquí en Pivo como diría Maria Lind, solo lo podemos experimentar cuando estamos en una deriva imaginativa que no presenta una encuesta sino que nos brinda una situación; no mapea un “allí y entonces” sino que realiza un “aquí y ahora”, un “ahora y allá” así como un “aquí y entonces”, tendiendo puentes entre lugares e historias.

Pensar desde lo trans-imaginativonos puede ayudar a comprender mejor las formas en que cada pensamiento se amplifica y como las obras de arte habitan en sus propios contextos específicos y, al mismo tiempo, puede llevarnos del lugar del arte al espacio de exhibición y viceversa. En este punto diríamos que lo trans-imaginativo es lo más interesante que puede ocurrir dentro de las exposiciones, ya que es la experiencia misma la que nos lleva a otros lugares, y es ahí donde nuestra mirada puede ya no ser colonizada, o deliberada.

Las exhibiciones y acciones pueden ser vehículos que traen al “Otro” a nuestros espacios, transformándolos, mientras siguen creando una experiencia en la que nos sentimos transportados.

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Con el tiempo hemos comprendido que la noción de trans-imaginativodepende de cómo nos adaptamos a navegar por terrenos no mapeados y que se incorpora en la práctica, en un proceso que no se puede administrar, quizás sea la esencia de lo contra pedagógico de lo que nos habla Monica, aprendiendo juntos a un nivel que no anticipamos y así es como sentimos que nuestra exploración cada vez se hace más tangible.

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Al hablar de colectivos, Raqs apela a la idea de triangulación, esto quiere decir que no se trata de tres personas distintas que se unen a un proyecto y hacen algo en conjunto, sino que tiene que ver con tratar de encontrar una geometría de pensamiento, una forma de ser y de expresarse juntos. En este punto, con los diferentes proyectos que hemos iniciado en Reset, intentamos funcionar de la misma manera que una caja de geometrías para realizar diferentes formas. Junto con el programa de conversaciones, también hemos iniciado un proyecto performativo llamado “Quiromancia institucional” y otro para imaginar el museo del futuro, un museo del 2099, que da cuenta de nuestros intereses institucionales de una forma especulativa, jugando a leer lo que existe entre líneas en el trabajo artístico e institucional, así como cuando un adivino toma nuestra mano y nos intenta dar un mensaje. Este mensaje no es otra cosa que una conversación que explora lo que significan en nuestros cuerpos las políticas institucionales, abriendo la posibilidad a nuevas rutas, rutas inexploradas por nosotros, pero que sentimos nos pueden llevar por caminos intensos que abren el juego a diferentes tipos de prácticas artísticas.

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Si bien encontrar la triangulación de pensamiento no es fácil -y admitimos que el tiempo de las primeras semanas en Pîvo pasaron rápidamente sin una forma lógica de organicación-, sentimos que fue el tiempo necesario para entender las cosas y nutrirlas con el pensamiento. Una forma de imaginar la idea de presencia constante que apela al entorno creativo donde las personas pueden estar reunidas por periodos sostenidos de tiempo sin necesariamente estar realizando algo productivo. Es como si las energías en algún minuto se condensaran y solo por el tiempo de contacto (incluso silencioso) se produjera el fenómeno alquímico de la lluvia.

Esta estructura de presencia continua es muy frágil, de alguna forma son varios los implicados en ella y se produjeron en el espacio de Pivo formas de co-presencia en reuniones, charlas online, reuniones de cervezas en copanzihno y distintos tipos e ideas que florecieron para responder al espacio de forma creativa. En este punto, hay muchas formas de estar presente, quizás solo pasando el rato, sin tener que pensar en la producción de pensamiento como una obligación y disfrutando, creemos que ser artista y ser pensador, es mucho más que hacer obras o pensar estructuras conceptuales para leer el mundo.

La idea es acercarse al objeto de estudio, desde los detalles, quizás este concepto pueda entenderse como diría Mika Hannula en “una política de los gestos pequeños” que no son otra cosa que actos significativos que hacen funcionar la práctica desde una ramificación de pequeños agentes colaboradores que viajan desde ideas, conceptos, hasta personas. Son actos que generan espacios para que otras yuxtaposiciones, dicotomías puedan habitar las problemáticas que trabajamos y de las que muchas veces pensamos no tenemos otras alternativas. Estos detalles o gestos son los que activan nuestro trabajo en la esfera pública.

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Pensar las instituciones implica poner sobre la mesa las posibilidades de la imaginación desde un carácter político. Históricamente, la imaginación fue comprendida como una acción espontánea, como un lugar frágil e individual que no tiene una potencia dentro de lo real, una especie de utopía del pensamiento que no puede ser transmitido ni transferido. La crítica institucional de izquierda en su análisis de la sociedad sólo delimitó dos elementos de importancia: la infraestructura y la superestructura. De forma simplificada las relaciones de poder en que se estructura la sociedad (economía, producción, medios, etc) y la superestructura que según el marxismo clásico serían el resto de elementos que rodean a la sociedad, ideas arte, filosofías, siendo siempre la estructura la que modela la superestructura, o sea las relaciones económicas y de poder modelan la sociedad. O sea la institucionalidad siempre fue producida por intereses de clase, y eso dejó a la imaginación relegada a un lugar casi inoperante sin posibilidades de pensar futuros que construir, abandonada entre un millón de imágenes sin potencia simbólica. Se le restó cualquier posibilidad de acción y de trabajo en la gestión política del presente. Pero si pensamos de nuevo en la imaginación, no en lo que podría ser, sino en una forma libre de hacer, liberamos su dimensión performativa mediante una forma de articular mundos, posibilidades, formas de afecto y de instalar un nuevo horizonte institucional en forma de agencia.

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Quizás esta imaginación a la que nos referimos actúa de forma colectiva. En un texto sobre la obra del artista Eduardo Navarro, la curadora Chus Martinez se refiere al pulpo como una entidad des-centrada que tiene tres cuartas partes de su cerebro en sus tentáculos, eso le da la capacidad a cada uno de ellos de percibir y sentir de forma autónoma, y a la vez ser parte de una unidad.  Es por eso que pensar y sentir desde el lugar descentrado permitiendo que ocurra en ese sentir la posibilidad de comunidad.

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Una imaginación descentrada no sería simplemente buena porque nos arroja a un campo iluminado de nuevos significantes, sino porque proyecta y pone en común cosas que no están en común. La imaginación es una práctica, que proyecta igualdades impredecibles o asociaciones que antes no existían. Propone otra comunidad de pensamientos, una comunidad sensible.

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Si pensamos que la trans-imaginación debería ser algo que se anida en la materialidad misma del pensamiento. ¿Qué otras poéticas deberían levantar este tipo de imaginación? y ¿cuáles son sus herramientas para que en nuestros marcos institucionales podamos pasar del pensar al hacer? que tipo de movimientos deberíamos realizar para que el sonido intraducible de esas interferencias que vienen de fuera adquiera un cuerpo. Un cuerpo ya no representativo, pero si un cuerpo que se mueva en lo múltiple. y que sea capaz en su propia alteridad de interrogar al presente y la política.

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La práctica de nuestra imaginación en Reset debería  superar la idea de que todo está fragmentado sin posibilidad de comunicación, de que todo está especializado, de que ya no hay cruces sino saberes y competitividades institucionalizadas. Esta imaginación que proponemos es una ficción, y como cada ficción también es un modo de disenso con la realidad institucional predefinida. Esta imaginación se mueve por lo ficticio, pero a la vez es capaz de transformar la propia realidad con la que entabla un disenso. Eso nos exige a no pensar las poéticas, las estéticas, y las artes como una realidad, sino como imaginaciones configuradoras de realidades que a la vez generan comunidades.

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Colectivo Reset é composto por Rosario García Martínez, Natalia Sosa Molina e Victor López Zumelzu e foi residente do Pesquisa 2023.